Antanas Mockus decía, en sus talleres de convivencia, que los colombianos tenemos una tendencia muy macada a apostarle a perder, nos alineamos con la tragedia, y es tal la obsesión por tener la razón así sea para profetizar una catástrofe, que si estuviéramos en un avión y le decimos al vecino “este avión se va a caer”, con tal de tener la razón, somos capaces de ir a vaciar el tanque de la gasolina, para argumentar “se lo dije, se va a caer y ya nos estamos cayendo”.

Varias lecturas podrían hacerse de lo vivido en Cali la semana anterior. La desconfianza primó y se impuso por encima de cualquier otra clase de sensación. Una desconfianza que hace mella y produce reacciones, por decir lo menos, precipitadas. Sorprendente el aviso donde se pedía aplazar la visita por considerar que no era ni el momento ni el espacio para realizarla. Entonces ¿cuándo y donde? si las situaciones humanas  se enfrentan “en vivo y en directo” y las necesidades no dan espera. No se puede construir un tejido social cuando no se cree, cuando la duda y la prevención mandan la parada. No se creyó en las nuevas opciones ni en la corrección de errores anteriores. No se cree ni un céntimo en el Alcalde ni en su gabinete y pareciera que solo se espera su revocatoria. Como si Cali hubiera entrado en un proceso de congelación esperando volver a vibrar sólo cuando Ospina o se caiga o se vaya o… Pero todavía estamos vivos y se pudieron armonizar situaciones de desconfianza generando convivencia. ¿Una utopía pretender que los que desconfiaron y firmaron (están en todo su derecho) volvieran a firmar reconociendo que la situación se supo manejar adecuadamente? Si todos debemos apostarle a la reconciliación, que bueno sería un segundo aviso donde se destacara lo positivo de la jornada. Cuando se tienen hijos la recomendación psicológica, por salud mental, no solo es señalar lo negativo sino también recalcar la buena acción porque así se construye autoestima. A veces las dinámicas familiares se deben repicar en esa gran “familia-ciudad” de manera que enseñemos a mirar no sólo lo que no funciona sino a reconocer esfuerzos y correcciones: es la construcción de autoestima ciudadana que no sólo es responsabilidad del alcalde!

Cali hoy es un desastre físico, (huecos en las calles, desorden, ausencia de semáforos, estaciones destruídas), pero se construyen alternativas en el terreno social que vale la pena destacar. Lo prioritario es la condición de vida de los habitantes por encima de la estética ciudadana, lo que no significa que se deseche el escenario físico, basta con recordar los efectos del experimento de la ventana rota. Pero lo que se organizó para la educación de jóvenes sin posibilidades de ingreso a una educación técnica o universitaria, “Todas y todos a estudiar” es aleccionador. Diez mil jóvenes se beneficiaran con este programa, tanto que  ciudades como Barranquilla y Medellín desean imitarlo. Universidades, Icetex, entidades de educación técnica, cada quien aportando para un futuro con oportunidades de crecimiento y desarrollo para los jóvenes. ¿Lo conoce?

Equilibrar, difícil tarea, pero obligación ética que a diario se debe practicar. Apostarle al desastre no es sano. La minga paso y hay que aceptar el mérito de una jornada pacífica e incluyente. ¿Lo reconoce?

Gloria H. @GloriaHRevolturas

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