¿Cuál es su concepto de que lo que es un niño? ¿Es de los que cree que los niños no se dan cuenta de lo que sucede a su alrededor? ¿Usted fue educado bajo la creencia de que en la infancia “solo” se tiene uso de razón a los 7 años? ¿Es de los que cree que cuando un niño pregunta, se lo puede “despachar” con cualquier respuesta pendeja? ¿Pertenece a la generación que piensa que a un niño se lo puede fácilmente enredar porque “no razona”? ¿Le encanta burlarse de los niños? ¿En familia le encanta representar el papel de villano frente a las nuevas generaciones? SI fue honesto y respondió al menos con un si en alguna de las anteriores preguntas, déjeme decirle que al lado suyo puede estar educando un Putin en potencia. Porque creemos que las heridas que infringimos a un niño se olvidan y el sólo hecho de ya no recordar es un buen síntoma de “perdón y olvido”, desconociendo que esos guardados acumulados son el motor de personalidades enfermizas, neuróticas y tiranas que no dudan en vengar sus fantasmas interiores cobrándosela a los que lo rodean. Basta dejar de ser niños, crecer, asumir alguna forma de poder y la venganza está instalada… ¿A quien le pasaran la cuenta de cobro de sus dolores y humillaciones? ¿Quiénes serán los depositarios de frustración y desencanto?

Putin fue niño. Amargado, abandonado, aislado. Sus padres vivieron situaciones traumáticas, en medio de la guerra. Su padre recibió lesiones por una granada y su madre casi muere de hambre. Heridas de guerra, huellas imborrables que doblegan o incitan a no dejarse nunca más. De nadie. Vio sufrir a los suyos y claro, él sufrió. Dos hermanos mayores murieron. Aprendió a vivir a la defensiva. Por lo tanto, a las buenas o a las malas, sabe que debe ser fuerte, astuto, taimado. Es consciente de que a la gente débil se la maneja con facilidad. Su arma de control es el miedo, llevar al límite al contendor. Como fue espía, sabe observar, tener paciencia. Tiene control de sus emociones y sabe, como tantos otros políticos, que el miedo es la principal arma para doblegar a un pueblo.

Todos tenemos infancia pero no ha merecido ni la atención ni el cuidado requeridos en ningún momento de la historia. Es innegable que lo que se hace con las huellas de la niñez es lo que marca nuestra vida. Y deja una estela de angustia, dolor, alegría o confianza a nuestro alrededor. ¿Cuántos Putin estamos engendrando? ¿Qué clase de futuro estamos construyendo con nuestro actuar frente a un niño? Se dice que los niños de hoy son mas vivos, “mas” inteligentes que las generaciones anteriores. Sin embargo, no hay cambios radicales frente al trato que se le da a la infancia. No se necesita ley gubernamental para producir este cambio de actitud. Se requiere si, apertura mental. Porque el niño que hoy convive conmigo puede terminar siendo un Putin o un Mandela. Gran parte de esos políticos despiadados alguna vez fueron niños y hoy lo único que parecen vomitar es su retaliación. ¿Cómo detenerlos? ¿Cómo impedir que sigan haciendo daño? ¿Cómo inyectarle un mínimo de humanidad? Difícil tarea. En el comportamiento humano, nada es instantáneo. Solo lograremos evitar que se repitan esta clase de actitudes si nos comprometemos con la infancia. Si aprendemos que un niño es desde ya, un ser humano pensante. De lo contrario…  

Gloria H. @GloriaHRevolturas

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