Se dijo siempre que la familia es una pequeña sociedad. Allí crecemos y aprendemos. La comparación es pertinente en estos momentos porque nos pone a prueba. En casa, si su hijo o hija adolescente no obedece ¿cuál es el comportamiento a seguir? ¿Obedece o lo someto (que para el tema es lo mismo)? El muchacho renuncia a su criterio (acumula frustración) y a las buenas o a las malas, hace caso de lo que sus padres quieren. Claro, hay vías alternativas: intento dialogar y llegar a un acuerdo donde se de una conciliación, escuchando sus planteamientos y exponiendo los míos. Hay que ceder, de ambos lados. O, la drástica, “lo echo” del hogar con consecuencias impredecibles porque “mientras viva en esta casa…” ¿Pero que sucede si además, yo, padre o madre. le he desprestigiado al otro progenitor? ¿Qué pasa si ayer le hablaba horrores de ese “tal por cual” y hoy le pido que le obedezca (lo que en palabra clara significa que lo respete)? ¿Cómo se hace? ¿Es coherente?

Hago estos cuestionamientos frente a mi ciudad. Impactan el desorden y la falta de autoridad. Se que el problema tiene multitud de variables pero en el momento actual  ¿cómo se hace para que un grupo de personas, con rabia, o alegría, sin respeto por la norma, con desesperanza, guiados por el “importaculismo” o manipulados por otros intereses, cómo se hace para que obedezcan? Lo del puente del “diablo” fue impactante por la desobediencia, desafío a la autoridad y las consecuencias de salud por el covid. ¿Cómo hubiera hecho usted para que no salieran? Sí, el problema se creció porque la estética (¡) del lugar no se “adecuó” de un día para otro. Pareciera que no había permiso para hacerlo (o si) pero cuando ya se llega a los niveles del viernes en la noche ¿cómo se hace? ¿Obedecen o…? ¿La idea es “imponer” autoridad (desprestigiada por los mismos que le exigen a esa misma autoridad que se imponga), hacer obedecer a cualquier precio (lo que significa heridos, muertos, vandalismo)? ¿usted que haría?

En Canadá acaban de derribar (¿con razón?) la estatua de la reina Victoria  y no hubo consecuencias de violencia, muertos, abuso de autoridad. La tumbaron “sin aprobación” colectiva,  fruto de la indignación, con muchos ciudadanos posiblemente en desacuerdo, pero es que la calle ha pasado a ser el espacio donde se expresan emociones y sentimientos que no han sido atendidos. De allí el acierto de la reflexión de Carlos Duque “hoy el escenario es la calle, la obra es la rabia y el actor es el público. En este nuevo teatro la sangre y la muerte suceden en vivo y en directo. La nueva realidad”. Allí está la calle, viviendo su obra diaria. El objetivo es que se obedezca “a cualquier precio”, porque la autoridad debe imponerse o aceptamos que no existen soluciones inmediatas, porque esta “enfermedad social” acrecentada (lo que no significa que no pueda sanarse”) implica cambio de mentalidad y compromiso de todos los asistentes del presente. Nunca ni jamás es volver al autoritarismo donde con poder, miedo y violencia se imponía el criterio. Hoy es necesario aceptar la pluralidad como parte fundamental del existir. Ya no mas uno solo (llamase religión, ideología, raza, poder, política) imponiendo un criterio. Es una mundo pluralista y nos tocó montarnos en este bus. ¿Sabremos hacerlo?

Gloria H. @GloriaHRevolturas

Imagen de Niek Verlaan en Pixabay 

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