Frase paralizante para una madre, cuando es su hija mujer quien la pronuncia. Pero cada día se repite más. Con frecuencia hoy se escuchan historias como esta, en especial, en el mundo escolar y a edades que “todavía” no debería (creemos) ni siquiera hablarse de estos asuntos: 11, 13 años. Sorprendente. Pero no sucede tan solo en el universo femenino: el mundo masculino también vive esta situación. Un hijo expresando “me gustan los niños”. Pero la manera de narrarlo es diferente. La hija lo dice en forma “romántica” mientras el varón habla de su “gusto” en términos físicos: le gustan los varones. ¿Qué hacer? Es moda, tendencia, degradación, “locura del mundo”, manipulación: ¿qué es? ¿Cómo explicarlo? ¿Cómo entenderlo? ¿Cómo asimilarlo?

La pregunta sobre qué es aquello que determina lo que somos, lo que nos construye como humanos, sigue persiguiendo y casi que acosando a la Ciencia y a la cultura. ¿Es la biología la dueña del balón o la cultura pone el sello final? Bruce Lipton le propició un golpe tenaz a la genética cuando comprobó que hay un conocimiento o una influencia por encima de ella. Existe la epigenética (mas poderosa que la genética) y no se puede seguir argumentando que es “por genes” que me comporto de determinada manera. Epigenética: “una vez que el Proyecto Genoma Humano fue concluido en 2003, la ciencia pudo confirmar que los organismos no están determinados por lo que está escrito en los genes: hay muchos factores que inciden en el funcionamiento de las células, el desarrollo, la aparición de enfermedades y el envejecimiento. No es el único conocimiento “novedoso”: la Psicogenealogía enseña la influencia que tienen los ancestros y cómo la lealtad a pendientes de ellos, pueden determinar nuestro actuar. Entonces ¿genética o lealtades familiares? Lo que hoy se vive, pueden ser efectos de saturación de una historia plagada de ejemplos donde el castrador poder masculino ha arrasado. En el mundo griego los grandes pensadores “usaban” a la mujer como empaque necesario para engendrar hijos pero ella ni producía placer ni tenía derecho a sentirlo. Los hombres se bastaban a si mismos: eran los reyes del mundo. La cultura masculina mandaba la parada. Casi, casi que el mundo se construía sobre un solo sexo, el fálico, y lo demás…

Las actuales generaciones “minimizan” el empaque. Aman personas, no cuerpos. El empaque es secundario y se alterna con relativa facilidad. Así como también existen individuos a los que les “talla” su cuerpo, no se identifican en él y se someten a cambios físicos, psicológicos y sociales para estar a gusto. Desligada la sexualidad de la reproducción, gracias a los métodos anticonceptivos, el deseo y la libertad ganaron importancia. A su vez, la revolución femenina generó aperturas y miradas de respeto a la identidad de cada quien.  Temas como la muerte, el aborto, diversidad sexual, eutanasia, hoy ya no necesitan aval religioso, lo que permite una aproximación a ellos sin la tenaz carga de la culpa. Pero las religiones todavía no “se tocan” frente a este nuevo mundo. Calificar la evolución de la  identidad sexual en forma negativa no ayuda al proceso de comprensión, madurez y aceptación. Está sucediendo, hay que tener mente abierta: el mundo es movimiento y este cambio no lo detiene absolutamente nadie…

Gloria H. @GloriaHRevolturas

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Imagen de Jess Foami en Pixabay 

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