El movimiento de la mujer por lograr un lugar de valoración y respeto dentro de la cultura y la sociedad ha “descolocado” a mas de uno. La sensación (real) de estar perdiendo preponderancia produce vehementes reacciones. Ahora sí, el colectivo masculino reclama “igualdad de trato”. Ahora si, quiere que las “preferencias” que logra la mujer en el mundo de hoy, después de siglos de discriminación y de lucha se eliminen porque se sienten maltratados. “Si en el 2019 hubo 571 feminicidios de un total de 9.150 muertos, ¿quién habla por los 8.579 hombres que fueron asesinados?”, reclama un Twitter de un hombre que se siente “desamparado”. (Aclarando que esos 8.579 no tienen que ser solo hombres, no fueron feminicidios que es otro asunto).  Ahora sí, mas de uno siente el cambio y aboga porque se acaban las exclusiones. Ahora sí, “duele” que las leyes y las conductas visibilicen a las mujeres lo que representa una pérdida de poder para ellos. Y cual víctimas atropelladas, el colectivo hombre pide que se imponga la igualdad.

¿Cuál? ¿Cuál trato igualitario reclama el colectivo hombre? La idea no es cambiar el lugar del desequilibrio y que los victimarios pasen a ser víctimas y viceversa. No. Hay que buscar la equidad. Pero son necesarios períodos de reparación. Períodos donde se ayude a crear conciencia de lo sucedido que se veía como “paisaje”. Personajes como Plácido Domingo dice que su conducta “era natural” para ese momento  y sólo ahora opina que pudo haber sido abusivo. Es que era “tan natural” el abuso que no clasificaba como atropello. “Esas cosas pasan” respondió una mamá cuando se le dijo que su marido abusaba de su hija. Posiblemente ella también lo vivió y era “tan natural” que no se sorprendió. El cuerpo de la mujer le pertenencia al hombre, rey de la naturaleza y todo estaba “a su servicio”. Impacta, hierve la sangre, la naturalidad con la que se vivieron miles, millares de abusos en diversos escenarios y era “tan natural” que nadie los vio. Sólo, el cuerpo de la mujer los sufrió. Sólo el espíritu de la mujer los reseñó. Y ahora cuando es posible construir un tejido de voces que reclaman el derecho al respeto, sólo ahora se visibiliza. Y entonces qué paradoja, los hombres empiezan a hablar de discriminación.

Aun mas, todavía existen muchísimos hombres que se quejan de que su compañera “hace lo que le da la gana”, como si un matrimonio o una relación de pareja fuera sinónimo de cambiar de papá. De acuerdo a esa mentalidad (¿y a la Iglesia Católica?) la mujer debe obedecer al marido. Sentirla ahora con voz, criterio, decisión y libertad financiera, es definitivamente un atropello al ego masculino. Y viene el malestar. El domingo se celebra el “día de la mujer”. Una forma fácil de «despachar» la celebración  es regalar un clavel a las integrantes del combo femenino en la oficina o en la casa y de esa manera cumplir. Aun cuando no estoy en contra de las flores y mucho menos de las floristerías me parece demasiado efímero el ciclo vital de una flor para “representar” el homenaje a la mujer. No ha terminado el día cuando ya el clavel se desvanece y pareciera entonces que con la inmediatez de la flor marchita, también se marchitaran las buenas intenciones de igualdad con el mundo femenino. ¿Una flor nos representa?

Gloria H. @GloriaHRevolturas

Imagen de Selver Učanbarlić en Pixabay

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