Me impactó  la expresión de Munir Jalil “el desplome del petróleo preocupa mas que el coronavirus”. No se cuántos títulos, especializaciones y experiencia tenga este individuo, pero pareciera que fue educado con los mismos estándares de formación que recibieron los estudiantes de Barranquilla que lloraron porque no se pudieron graduar con vestido, fotos y pantalla. Tienen todo el derecho a la expresión de su dolor, de acuerdo a sus creencias, pero es obvio que este coronavirus nos obligó a revisar cuáles son las prioridades de la condición humana. Y es como si surgiera una sutil línea divisoria entre quienes lo justifican, lo aclaran y lo enfocan todo desde el punto de vista económico (lo que se pierde, lo que se deja de ganar, el impacto para la economía) y otro grupo que aboga por humanizar la condición humana. No todo es dinero, ni todo pasa por situaciones económicas. Sí, son necesarias definitivamente, pero la vida no se alimenta tan solo de billetes. En este momento, como en ningún otro, la solidaridad y “cuidar al otro” son los valores mas importantes para la sobrevivencia.

Hay muchos y bellísimos escritos por redes donde nos recalcan como “los mocos derrotaron las fronteras”. No nos cambiaron ni las guerras, ni los muertos, ni el Holocausto, ni las migraciones, ni el narcotráfico, ni la droga,  para venirnos a cambiar la enfermedad. Razón tenían Hammer, Enric Corbera, Flechter y todos aquellos que construyeron la teoría de la “Descodificación Biológica” para expresar que la enfermedad es lenguaje y nos enfermamos de aquello que “necesitamos” enfermarnos. Entonces es ahora una enfermedad la que nos obliga a revisar la condición humana. “Una enfermera se volvió mas indispensable que un futbolista y un hospital se hizo mas urgente que un misil”, dice alguno de esos textos. La vida no volverá a ser igual para ningún terrestre y es hora entonces de abrir la mente porque tendremos que empezar por desaprender. Tendremos que ser otros y otras si queremos seguir viviendo en este mundo. El cambio interno es materia obligatoria para todos. Y comienza con algo tan sencillo como saber que hoy, ahora, todos debemos empezar perdiendo algo.

Por eso no logro entender que hoy, en el negocio que sea, por la transacción que sea, alguno pida “devuélvame la plata”. No logro entender porque cada uno como persona no acepta perder un dinero pero el “organizador” del asunto pierde por cada uno de los que le reclama la cancelación de algo que no dependió de él. La forma de aceptar que nuestro mundo realmente debe cambiar es “pagando” nuestra pequeña contribución como individuos, del vuelo que no se hizo, la boleta que se pagó, el hotel que no se ocupó, el espectáculo al que no se asistió, la comida que no se consumió, ese es nuestro pago, el precio por humanizar nuestro momento. No se entiende un “devuélvame la plata” porque todos estamos entrando a una nueva dimensión. “Quebrar” con reclamos y devoluciones a una organización, persona o entidad porque no hizo lo prometido, es alinearse con los muchachos que lloran por su grado o con el señor Jalil que llora por el petróleo.  Piense que sí lo vivió, interiorice y diga “era lo que correspondía”. Pero no podemos ser tan mezquinos de reclamar plata cuando estamos aprendiendo a ser humanos. ¿De qué lado está?

Gloria H. @GloriaHRevolturas

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